martes, 19 de enero de 2010

Editor

Una vez tuve un editor... o él me tuvo a mí, claro, según se mire. Algún día escribiré algo sobre mi editor... Lo que sé de él no tiene desperdicio; incluso se podría escribir una biografía sobre él, ¡seguro! De las pocas cosas que sé sobre mi editor, creo que solo un 1% se podrían considerar lógicas: su pelo y su barba. No creo que, ni tan solo, el resto de su cuerpo se podría considerar "cosas lógicas"... puede que ni siquiera "cosas". Creo que estoy divagando.
Hoy escribo sobre mi editor porque, después de casi un año de falta de comunicación entre ambos, hoy he recibido un mail en el que me recordaba que teníamos un contrato en vigor. Supongo que se refería al Din-A4 mecanógrafiado y lleno de faltas de ortografía que firmamos sobre el maletero de su Mercedes en un parking del Raval. ¡Si ya ni me acordaba! Joder, ¿cómo no iba a firmarlo? Entre el efecto de los chupitos de whiskey y la euforia de firmar mi primer contrato profesional como escritor, habría firmado el mismo contrato que Fausto. Lo que sucede es que, desde hace más de dos años, decidí pasar del compromiso. No me sentía realizado.... Bueno, eso suena bien, pero en realidad me acabé agobiando, como siempre. ¿Qué quieres, diario? soy un tipo indisciplinado, he de ser consecuente con mi naturaleza.
Total, que al final le he contestado. Por una vez, he intentado ser valiente, decidido y totalmente honesto, así que le escrito algo muy parecido a estas palabras:
"Hola, disculpa que me haya mantenido en silencio todo este tiempo, pero es que he tenido unos problemas personales que me han sumergido en un bache tan profundo que superarlo se ha convertido en casi un ascenso imposible, una quimera sin signo alguno de mejora o cambio. Podría explicarte de que se trata, pero eso solo me llevaría a un estado de regresión emocional que pondría en peligro la estabilidad temporal que, aunque falsa, se ha convertido en mi único apoyo moral a una existencia repleta de matices incoloros difícil de calificar. Soy consciente de lo que piensas, y eso me hace sentir culpable, hecho que me sumerge todavía más en un lodo social que no se disuelve ni solidifica, sino que se empeña en tornar inútil mis movimientos de remonte y salvación. Por favor, no pienses en estas palabras, limítate a acceptarlas y guardarlas en el cajón de tu alma; si crees en mí, si alguna vez lo hiciste, apoya mi momento de oscuridad, elevando hasta el grado más alto de tu comprensión el argumento que aquí te doy. Por favor, sigue teniendo fe en mi, pues solo ella mantendrá la paciencia necesaria para ver llegar el momento en que todo vuelva a la comodidad. Y no te preocupes, porque no eres tú... soy yo".
Y después le he dado a enviar. Desconozco si habrá entrado ya en su cuenta de correo, y si habrá descubierto el mensaje y leido su contenido... pero, sea como sea, creo que habré conseguido unos meses más de margen para presentarle la biografía musical que le debo. Eso, o que decida rescindir mi contrato de una vez por todas. Pero como he escrito antes, pocas cosas lógicas puede uno hallar en mi editor. Supongo que nunca sabré como se le ocurrió ponerme un contrato para firmar sobre el maletero de su coche...

3 comentarios:

  1. Ahora igual quiere que escribas un libro de autoayuda.

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  2. Te hace falta un exorcismo-editorial? Yo tengo un metodo a base de 4 roses...

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  3. Ya he puesto a los gemelos bosnios (los del asiento de atrás del Mercedes, no sé si te fijaste)tras tu pista. Si no hay original el lunes, sabrán que tu abuela era serbia.

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